Siempre me ha llamado la atención el hecho de que las buenas ideas sean la base originaria de los mejores guiones y, sin embargo, el guionista promedio concentre la mayor parte de su atención y esfuerzo, sobre todo, en cómo estructurar, algo en cómo componer personajes y relaciones, poco en cómo dialogar y muy poco en lo que sustenta el todo en la escritura de guiones: la generación de ideas.
Pero ¿qué sucede si nuestras ideas son mediocres?
Obras mediocres, personajes mediocres, emociones mediocres, guion mediocre...
Pero ¿cómo es posible que el guionista se despreocupe y no sepa más allá de un par de conceptos generales o subjetivos de aquello que se supone ha de
sustentar su guion,
dotarle de originalidad,
solucionar creativamente los problemas que tenga,
generar la base de las escenas memorables...?
Posiblemente no sea su culpa. Quizá nadie le hizo caer en la cuenta de esa pieza clave del puzle. Y, probablemente, nadie se la enseñó.
¡Démosle la vuelta a la tortilla!
Primera realidad: la creación audiovisual necesita buenas ideas
Medita un segundo: ¿qué posición ventajosa tiene quién es capaz de generar sin dificultad decenas de buenas ideas?
Las buenas ideas no son sólo necesarias para crear proyectos. Son necesarias...
para diseñar buenas tramas
para dialogar con brillantez
para resolver problemas de guion
para hacer recomendaciones sobre un guion
Segunda realidad: el guion de cine y TV no se escribe como te cuentan
Los guiones de cine o televisión no se construyen como indican los manuales: así se analizan. Pero antes de analizar hay que haber creado. Incluso después de analizar, hay que seguir creando.
¿Por qué entonces se indica en los manuales que un guion se construye así y asá, si ningún profesional los escribe así y asá porque violaría la esencia propia del proceso creativo?
La mayoría de los libros o manuales de guion realizan un enfoque meramente analítico. Los mejores, realizan un MUY buen enfoque analítico, algunos incluso extraordinario.
Pero eso no sirve para crear guiones, sino para corregirlos o mejorarlos.
Cuando se trata de crear desde cero, desde la nada, toda su teoría no aplica, a no ser que quieras generar ideas mediocres, sin alma, sin emoción, sin originalidad...
El primer mandato del creativo es que cuando estás inmerso en el proceso creativo debes desprenderte de las cadenas del pensamiento analítico y tener la disciplina de dejar este para otro momento.
Mezclar indebidamente el pensamiento analítico con el pensamiento creativo sólo servirá para fundirte los plomos, autocensurarte y no avanzar, y finalmente acabar con "síndrome de la insatisfacción perpetua", "inmovilismo creativo" o "bloqueo del escritor".
REGLA DE ORO:
Debes dominar los dos tipos de pensamiento, creativo y analítico,... pero SEPARARLOS y aplicarlos según se debe.
La cruda realidad es que el cerebro tiene sus propias reglas operativas y por mucho que nos empeñemos o por mucho que predique un manual, no vamos a cambiarlas.
Entonces....
¿cómo abordamos el proceso?
¿cómo adquirimos los conocimientos imprescindibles sobre la generación de ideas?
¿cómo los trasladamos a nuestros guiones?
¿cómo aplicamos el pensamiento creativo y analítico y cambiamos de uno a otro?
¿cómo aumentamos nuestra capacidad creativa?
¿cómo hacemos para ir a favor de nuestro cerebro y no en contra de él?
Esto es lo que debemos aprender para garantizar que nuestro trabajo creativo no es saboteado por nosotros mismos.